El Tema de Hoy
Cuando nuestra salud se ha deteriorado, sentimos una gran necesidad
de recuperarla rápidamente. La mayoría de las veces, sin importarnos
mucho los medios que utilicemos para lograrlo, emprendemos una fuerte
batalla contra la enfermedad. Cuando enfermamos pensamos que algo ajeno a
nosotros nos ha invadido y sentimos que merece ser expulsada de
nosotros lo más pronto posible y por los medios que sea.
Una enfermedad o un accidente han sido creados por una parte de
nuestra mente. Cuando no reconocemos esto, sentimos que debemos luchar
contra esa enfermedad. Cuando somos conscientes de que nosotros mismos
somos los creadores de esa enfermedad no sentimos la necesidad de luchar
contra ella, ya que hacerlo significaría atacar a esa parte de nuestra
mente que está creando esa enfermedad. Luchar contra nuestra enfermedad
es utilizar una parte de nuestra mente para atacar a otra parte de
nuestra mente que ha creado el desequilibrio.
Muchas veces nos sentimos satisfechos porque hemos logrado acallar
los síntomas de una molestia o enfermedad, postergando su manifestación a
un tiempo futuro o empeorando lo que se está creando dentro de nuestro
interior día tras día sin dar una verdadera solución. Si en el camino no
hemos hecho el cambio interior, la molestia o enfermedad seguirán su
curso inexorable hasta que le prestemos la debida atención.
Una debida atención significa prestar oído a lo que está sucediendo.
Prestar oído significa escucharse a sí mismo. Para ello necesitamos
silencio. La meditación es una excelente forma de hacer el silencio
necesario, lo que implica darse el tiempo para atender nuestras
necesidades. Esto no se puede realizar luchando contra nosotros mismos,
sino, atendiéndonos con amor y delicadeza para permitirnos el bienestar
interior.
No es lo mismo querer rectificar esa parte de nuestra mente que crea
la enfermedad, que desear que la enfermedad desaparezca. No es lo mismo
querer expulsar nuestra enfermedad a permitirnos un estado de salud.
En la actualidad, la medicina tradicional está preparada para dar un
acertado diagnostico del tipo de enfermedad, un completo estudio por
medio de análisis de laboratorios, un excelente apoyo instrumental para
otro tipo de exámenes, pero aun no está implicada en descubrir las
verdaderas razones que crean la enfermedad que se gesta en la historia
del paciente. Su principal función está dirigida a luchar contra la
enfermedad y no escucha al paciente en su profundidad y en su forma de
vida. Por lo general, una consulta médica se extiende por unos escasos
minutos, donde no se alcanza a apreciar nada de lo que realmente está
sucediendo.
Cuando la persona que se encuentra enferma se dispone a escuchar el
mensaje de su enfermedad y a escudriñar en su historia, tendrá más
posibilidades de reconocer la causa de su enfermedad y sanar. En muchas
ocasiones, este descubrimiento tendrá que ser guiado por otra persona
porque se hace muy complicado descubrir las propias creencias sostenidas
por tanto tiempo que se hacen invisibles a la persona que desea sanar.
Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que ver la viga que llevamos
sobre nosotros.
El deseo de luchar contra la enfermedad y contra sus síntomas, queda
en segundo plano cuando comprendemos que podemos descubrir las
verdaderas razones que la provocan y la enfermedad en si se hará más
llevadera. Un enfermo que comprende la importancia de esto, baja sus
niveles de angustia, siente más confianza, recibe su enfermedad con más
paz y se siente más seguro.
Una postura más serena frente a la enfermedad, da lugar a mejores
posibilidades de atenderse verdaderamente donde se requiere. Permite
tener la calma para analizar, estudiar, detectar y cambiar aquellas
ideas erróneas que están alojadas en su mente y que están creando su
enfermedad. Esta serenidad también permite dejar de alimentar la
enfermedad y disponerse a hacer visualizaciones que abren el camino al
permitir su estado de salud perfecto.
Cuando la persona no guarda la certeza de que su enfermedad es su
propia creación, siente que está desprotegida y el diagnostico es
recibido con mucha angustia y miedo, sintiendo que ese mal se desarrolla
dentro de él en forma descontrolada y sin que pueda evitarlo. Para
estas personas, un diagnostico de una enfermedad complicada se convierte
en una pesada carga que casi no puede sostener. Esto es especialmente
fuerte cuando los médicos le señalan al paciente que su enfermedad tiene
un proceso progresivo y grave.
Aun estando afectado por una grave enfermedad, podemos y tenemos el
derecho a visualizar y permitir un estado de perfecta salud. Este
permitir puede hacer la diferencia entre permanecer enfermo o sanar o
entre la vida y la muerte. Es indispensable escuchar a esa parte de
nuestra mente que está generando la enfermedad y darle luz para que deje
de crearla. Es indispensable dejar de luchar y hacer la unión de las
partes de la mente que se están contradiciendo. Esa contradicción llega a
su fin cuando nos unificamos en el solo sentimiento de salud perfecta.
Patricia González
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