Por
Pep
Bruno
Podría
decir que leo por costumbre, pues leer es un hábito que arraigó en
mí desde bien niño y que he seguido cultivando a lo largo de mi
vida.
También
podría asegurar que leo por placer: son muchas las páginas que
disfruto intensamente, muchas las que me han dado un gozo
inolvidable.
Incluso
podría afirmar que leo por puro egoísmo, porque leer es una
experiencia honda, íntima, que me alimenta y calma mi sed.
En
verdad todo esto podría decir. Y decirlo sin mentir: porque leo por
hábito, leo por placer, leo por egoísmo.
Pero
pienso que el motivo último de mi militancia en el equipo de los
lectores recalcitrantes es porque leer, hoy en día, se ha convertido
en una actividad revolucionaria. Leer es un modo de rebeldía, un
frente abierto contra el conformismo, una guerra de guerrillas contra
los días grises y las noches frías.
Leer
frente al ritmo.
Vivimos
de manera trepidante, con los bofes fuera, siempre a la carrera y sin
un instante para recuperar el resuello. Estos son los días que dicen
que nos han tocado: días de frenético tejer/destejer, de
agotamiento crónico y de velocidad sin tregua.
Días
en los que no hay tiempo para el cese del movimiento, la parada, la
quietud: mirar cómo las hojas amarillean y caen de los árboles, ver
cómo el viento las arrastra, palpitar con el atardecer, sentarse en
la calle y sentir cómo el frío se clava en la piel. Sentir, mirar,
parar.
Frente
al
ritmo
atropellado
de
los
días leer
se
convierte
en
un
acto
de
rebeldía:
sentarse
y
abrir
un
libro
es
detener
el
reloj,
es
abrir
una
puerta
que
da
a
otro
tiempo,
a
otros
días,
a
otras
vidas.
Leer
es un insólito acto de rebeldía, un palo entre las ruedas del
engranaje incesante, un torpedo en la línea de flotación de la
maquinaria que alimenta la cinta sinfín bajo nuestros pies.
Leer
es romper el espejo, hacerlo añicos, y cruzar al otro lado.
Leer
frente al ruido.
Estos
días que vivimos no tienen cabida para el silencio: el ruido, todo
él, habita entre nosotros. Ruido en la calle, ruido en las casas,
ruido en los corazones; pantallas que hablan, motores que suenan,
ascensores que desafinan... no hay un hueco de silencio entre la
mañana y la noche ni entre la noche y la mañana.
El
perpetuo ruido se ha incrustado en nuestra cabeza, como un taladro ha
llegado al centro de todo y allí se ha convertido en un zumbido
constante, severo, contumaz.
Es
más: el ruido que hemos tragado y tragado y tragado ahora nos habita
y mana, incluso, de nosotros. Ni siquiera bajo el agua es uno capaz
de sentir la blanca estepa del silencio, de percibir la sólida
presencia del silencio, de dejarse acariciar por el terciopelo
suavísimo del silencio.
El
ruido es el rey de nuestros días.
Y
frente
al
ruido
incontenible leer
se
convierte
en
un
acto
de
rebeldía:
sentarse
y
abrir
un
libro
es
acallar
todas
las
voces
estridentes,
es
quebrar
la
continuidad
del
ruido,
meterlo
en
un
saco
y
lanzarlo
al
fondo
del
pozo
y
entonces
permitir
que,
de
nuevo,
aparezca
el
silencio.
Abrir
un
libro
es
tumbarse
en
una
pradera
en
calma,
territorio
fértil
para
soñar
historias,
para
imaginar,
para
escuchar
y
escucharnos.
Abrir
un libro es llenar el mundo de silencios, de esos silencios
imprescindibles para la emoción, para sentir que respiramos, que
cerramos los ojos, que somos.
Leer
frente al dogma.
Son
tiempos de uniforme, son tiempos de globalizar(nos), son tiempos de
cáscaras brillantes y fondos someros. Son tiempos de pocas preguntas
y mucho dogma: este es el mundo que nos ha tocado vivir, resignación.
Y
estos son los días que vivimos, días de idénticos gustos, de
idénticos deseos, de idénticos pensamientos, días en los que la
fábrica de ideas alumbra eslóganes futiles y vistosos para
alimentar nuestras bocas y rellenar de palabras prefabricadas
nuestros sueños. El deseo, nuestro deseo, está en manos del mercado
y en este teatrillo nosotros somos los títeres que habitan en un
sueño. O en una pesadilla.
La
doctrina entra por el ojo y la oreja y se agarra firme adentro. El
mercado nos hace iguales: somos carne de tarjeta visa.
Y
frente
al
adoctrinamiento
exitoso leer
se
convierte
en
un
acto
de
rebeldía:
sentarse
y
abrir
un
libro
es
alimentarse
de
palabras,
es
rumiar
ideas,
es
discutir
y
reflexionar
y
pensar
y
crecer
y
criticar.
Así
pues, leer es un enorme acto de rebeldía que nos hace críticos,
inconformistas, diferentes, preguntones, inquietos... Leer es romper
la maquinaria de los moldes iguales, de las identidades manipulables,
de la carne de mercado. En especial leer esos libros que no alimentan
las calderas de ese mercado.
¡Si
hasta se pueden leer libros gratis cogidos en préstamo en las
bibliotecas públicas! ¡Dónde se ha visto acción tan
revolucionaria en el reinado del consumismo y la globalización!
Son
tiempos incomprensibles, nos dicen. Pasan cosas inevitables,
insisten. Nada podemos hacer, afirman. Y mientras tanto nos invitan a
sentarnos y ver pasar los días: resiste, aguanta, agacha la cabeza,
un poco más, resiste, aguanta, mira la televisión... tú aún eres
de los afortunados, te recuerdan. Resiste. Aguanta.
Y
quieto, no vayas a mover ni un dedo, ni pestañees, no sea que se
altere el universo, se rompa el equilibrio, se abran las compuertas y
te arrastre la corriente hasta lo hondo.
Frente
a
la
quietud
humillante leer
un
libro
se
convierte
en
un
acto
de
rebeldía:
coger
un
libro
activa
el
músculo,
activa
el
ojo,
activa
el
cerebro,
activa
la
voluntad
de
ser
partícipe,
la
responsabilidad,
la
implicación
de
quien
lee.
El
libro
exige
al
lector,
da
por
ciento
lo
que
exige
pero
exige.
Pide
¡calla!,
pide
¡escucha!,
pide
¡atento!...
y
el
lector
participa
y
se
hace
responsable
de
eso
que
sucede
en
ese
instante
de
lectura.
Ser
responsables
y
protagonistas
de
lo
que
nos
sucede
es,
sin
lugar
a
dudas,
la
mayor
de
todas
las
rebeldías
imputables
al
libro.
Sí,
podría decir que leo por hábito, que leo por placer, que leo por
egoísmo.
Pero
cada vez estoy más convencido de que leo porque pertenezco a la
Resistencia, porque soy un rebelde. Y pienso que hay muchas cosas
todavía que deben cambiar. Con un libro en la mano soy peligroso:
pienso, sueño, hago preguntas, soy responsable, habito el tiempo...
inicio la revolución silenciosa que hará otro mundo mejor.
Seguro.
Artículo
publicado
en
el
Boletín
de
la
Red
de
Bibliotecas
Municipales
de
Salamanca
(su
web
aquí),
en
el
nº
55
de
su
2ª
época
(diciembre
2011).
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