Escrito por: Davide Roncato
Artículo tomado de : Maka
Cada vez que viajamos en avión, sobre todo tras largas horas de vuelo, nuestro cuerpo se ve afectado por un fenómeno poco conocido. En cuanto el viaje termina , no nos encontramos tan en forma como sería de esperar debido a múltiples factores que afectan a nuestro cuerpo y nuestra mente: niños que lloran, estrechez, cambio horario, vecino hablador…
Dejando a un lado obviedades, la baja condición se debe también a que
nuestro hipotálamo, por la presurización del avión, deja de recibir la
influencia de la onda transversal magnética o Resonancia Schumann. Por
la ausencia de esta misma, empezaban a enfermar los primeros astronautas
al tercer día de misión en el espacio.
El hipotálamo es una glándula que tiene un rol muy importante en
varios aspectos de nuestra vida: regula la sensación de hambre y
saciedad, la temperatura corporal, el ciclo del sueño-vigilia, el
sentido de equilibrio y está relacionada con nuestras emociones.
La pregunta de la que ahora todos queremos saber la respuesta es: ¿Qué es la Resonancia Schumann (RS)?
La RS es un campo electromagnético poderoso que se crea entre la
corteza terrestre y la parte inferior de la ionosfera y se genera a
través de las tormentas que hay en todo el planeta. Este campo posee una
resonancia de 7,83 pulsaciones por segundo y se puede considerar como
el marcapasos responsable del equilibrio de la biosfera. Está reconocido
que nuestro hipotálamo y el de todos los mamíferos terrestres y marinos
del planeta vibra a esta frecuencia.
La armonía de nuestro organismo depende de la frecuencia de la resonancia Schumann, si esta varía, percibimos los efectos. En los últimos años, de 7,83 Hz en ocasiones ha subido a 14,1Hz provocando somnolencia y cansancio. A veces sube a 20,3 Hz estimulando la glándula pineal.
Cada ser vivo e inerte emite una vibración que crea un sonido. La
misma tierra vibra, así como nuestro cuerpo, nuestros pensamientos,
sentimientos, emociones. Todo vibra creando diferentes sinfonías y cada
día interactuamos con todos esos sonidos.
Eva Julián que se ha dedicado al estudio de cómo los diferentes
sonidos y vibraciones interactúan con nosotros, nos explica qué pasa
cuando nos acercamos a la naturaleza, a qué se debe esta sensación de
bienestar que experimentamos cuando estamos en el bosque, por ejemplo.
Seguro que en parte es por respirar aire limpio y fresco, pero lo que
Eva ha descubierto es que hay una interacción directa y muy positiva
entre nosotros y las vibraciones de árboles, flores, pájaros… El bosque
detecta nuestra presencia, nos percibe como un campo vibratorio que
necesita un re-equilibrio y en consecuencia emitirá una frecuencia, que
por resonancia, activará aquellas partes más debilitadas.
Esto pasa por la ley física de resonancia, fenómeno que se produce cuando estando presentes dos cuerpos que vibran con la misma frecuencia, uno de ellos vibra al recibir la frecuencia del otro. Si un cuerpo baja o pierde su vibración nativa, la proximidad de otro cuerpo vibrante que emita la misma frecuencia, lo activará y lo devolverá sin tocarlo a su frecuencia natural. Es como cuando tocas la tecla del do en el piano y todas las cuerdas de do vibran al mismo tiempo.
Nuestro oído sólo detecta frecuencias de 20 a 20000 Htz, una pequeña
porción del vasto campo sonoro. El órgano que es capaz de captar una
mayor cantidad de las frecuencias que nos rodean es nuestra piel.
Eva Julián ha grabado los diferentes sonidos en diferentes zonas del mundo y nos enseña cómo cada momento y cada lugar tiene su propia frecuencia.
El sonido de un amanecer vibra entre 5000 y 15000 Hz, es una
frecuencia que alimenta a las neuronas cerebrales. Por la tarde, las
frecuencias cambian, no suben tanto y se mantiene el los 10000 Hz, no es
un sonido que aporta tanta vitalidad física pero despeja la mente, la
prepara para que se pueda concentrar.
Y por la noche, el mismo bosque nos aporta frecuencias que nos
revitalizan, que mejoran la calidad del sueño y de los sueños, reducen
la cantidad de pensamientos y aportan sensación de relajación.
El campo vibratorio necesita un mínimo de 10 minutos para interactuar
con nosotros y no requiere de nuestra atención ni hace falta que lo
escuchemos con el oído o que tomemos conciencia. Sencillamente nos va
afectando.
Una forma de acercarse a la naturaleza es traer su campo sonoro a la
casa mediante grabaciones, pudiendo así disfrutar de esta herramienta
que la misma naturaleza está emitiendo para todo el ecosistema.
Hay que prestar atención en que la grabación no presente alteraciones y esté hecha en lugares no contaminados.
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