martes, 12 de noviembre de 2013

SILENCIO, RESPIRACION, APERTURA DEL CORAZÓN- Paul Ferrini

Tú eres el que aprendes a respirar en el cuerpo y a elevarte por encima del dolor de los conflictos autogenerados. El silencio es la esencia del corazón. No puedes estar en el corazón a menos que te perdones a ti mismo y perdones a los demás. No puedes estar en tu corazón si te sientes preocupado o enfadado. No puedes estar en el corazón si tu respiración es superficial o forzada. 

Cuando la respiración es superficial, el pensamiento es superficial. Si quieres vivir una vida espiritual, pon conciencia en tu respiración. Sé consciente de las ocasiones en las que inspiras superficialmente y lleva conciencia a tus pensamientos. Verás que tu mente está parloteando. Ninguno de esos pensamientos tiene profundidad ni significado. Si te relajas y respiras profundo, esos pensamientos se alejarán volando como pájaros sorprendidos. Y entonces estarás en el corazón. Cuando tu respiración es forzada, el pensamiento está siendo impulsado por el miedo y la ansiedad. Tus estados mentales tienen su raíz en el pasado o en el futuro. Es posible que te enfoques en lo que hacen otros y en cómo te puedes adaptar a ellos o protegerte de sus acciones. Estás construyendo una fortaleza de pensamientos alrededor de tu corazón. Toma una respiración profunda y relájate. Ahora toma otra. Respira y vuelve al corazón. Respira y vuelve a tu Ser esencial. A menos que retornes al corazón, no podrás mirar con compasión. Y quien no mira con compasión no ve con precisión. Todo lo que percibe es un montaje, una exageración que sólo alimenta su aburrimiento o su ansiedad. 

La respiración es clave para vivir una vida espiritual cuando estás encarnado en un cuerpo físico. Cuando el cuerpo muere, la respiración lo abandona. ¿Adónde va? La mayoría de vosotros creéis que el cuerpo genera la respiración. En realidad, ocurre al revés. Es la respiración la que produce el cuerpo. Cuando la respiración se va, el cuerpo deja de funcionar. Se desintegra en la nada porque, sin el aliento del Espíritu, el cuerpo no es nada. Si quieres vivir una vida espiritual, respira lenta y profundamente. Lleva el aire a lo profundo de tu abdomen y suéltalo completamente. Cuanto más aire lleves a tu cuerpo, más ligero te sentirás y más fácil te será cumplir tus responsabilidades. Quien respira profundo no se siente atemorizado ni abrumado por lo que la vida le presenta, porque dispone de energía para afrontar todas las circunstancias. Solo quien respira superficial e irregularmente se siente sin energía y se deja intimidar por los retos de la vida. 

 A menos que respires profundo y en calma, no podrás estar en tu corazón. Si no sabes de qué estoy hablando, deja a un lado este libro y empieza a respirar hacia el abdomen, contando hasta cinco en la inspiración y volviendo a contar hasta cinco en la espiración. Respira así durante cinco minutos, extendiendo progresivamente la cuenta hasta siete, ocho o nueve. No fuerces. Sólo expándete gradualmente, en la medida que lo permitan tus pulmones. Ahora estás en tu corazón. Date cuenta de que estás relajado y, sin embargo, muy alerta. Tu conciencia se extiende a todas las células de tu cuerpo. Te sientes contento de estar donde estás. En este momento habitas plenamente tu cuerpo. Sientes energía y calidez. Te sientes seguro. Tus pensamientos se han ralentizado. Ya no te enfocas en los “debería” y en los “qué pasaría si” de tu vida. La tensión y la ansiedad están ausentes.


 El pasado y el futuro están recesivos en tu conciencia. Tu pensamiento es digno y está centrado. Puedes observar tus pensamientos porque hay menos y están más distanciados. Ahora lleva tu conciencia hacia tu corazón mientras continúas respirando delicada y profundamente hacia tu abdomen. ¿Puedes sentir la presencia de la comprensión y de la compasión en tu centro corazón? ¿Puedes ver que te aceptas delicadamente a ti mismo y que aceptas a los demás? ¿Puedes sentir el amor que habita en tu corazón y se extiende libremente a otros? Ahora estás en tu corazón. Ahora estás en el silencio del que surge todo sonido. Como una barca en el mar, sientes las olas moverse por debajo de ti. Tú te mueves con las olas y, sin embargo, sabes que no eres las olas. Los pensamientos vienen y van y, sin embargo, sabes que no eres los pensamientos. Algunos de ellos te impulsan más lejos que otros y, no obstante, puedes volver a tu centro. Como una gran ola, un pensamiento concreto puede estar cargado de emoción y, sin embargo, si te quedas donde estás, la emoción se disipará. Ahora sabes que puedes habitar en el flujo y reflujo de la marea, saliendo y entrando, sintiendo la contracción y la expansión del pensamiento. Debajo de la mente pensante hay una conciencia pura y sin juicio. En cuanto descubres dicha conciencia, el corazón se abre y puedes dar y recibir sin esfuerzo.

Observar el silencio y respirar delicada y profundamente es la manera más fácil de abrir el corazón. También puedes abrirlo a través de la danza sagrada y de los movimientos que incorporan la respiración y fomentan la gratitud y la presencia en el momento. El método que uses para entrar en el corazón sólo es una herramienta. No hagas que sea importante. Lo importante es que encuentres un modo de acceder al aspecto más profundo de tu Ser, que está en paz. No hay ningún ser humano que sea incapaz de alcanzar este estado de conciencia abierta y de compasión. No obstante, muy poca gente sabe que esta capacidad de estar en paz existe en ellos. La mayoría de los seres humanos viven una vida estresada, esforzándose por hacer que todo encaje. Sus mentes están consumidas por el pensamiento, la planificación y la preocupación. Sus cuerpos están constantemente en el reflejo de lucha o huida, lo que debilita el sistema inmunitario y crea las condiciones en las que la enfermedad puede arraigarse. Pocos seres humanos se responsabilizan directamente de su bienestar físico y emocional. No puede sorprendernos que, los que no lo hacen, no tengan una perspectiva espiritual de la vida. Cuando las personas no cuidan de sí mismas, culpan de sus problemas a los demás. Se sienten víctimas. Se sienten atrapados en sus trabajos, en sus relaciones, en el lugar físico donde habitan, en sus roles y en sus responsabilidades. Parece que viven dentro de una olla a presión. Entonces, o bien se quedan en su situación externa, sintiéndose víctimas resentidas; o bien abandonan la situación en un momento inadecuado, antes de que esté resuelta, dejando tras de sí una estela de corazones rotos. Si algo de esto te suena familiar es porque conoces muy bien lo fácil que es quedarse atrapado en las luchas de la existencia. Tu vida se ha acelerado —estás más ocupado que nunca—, pero, ¿con qué fin? El dinero y las posesiones no pueden comprar tu paz. Tu nombre, fama y estatus social no pueden darte la felicidad. Sé honesto contigo mismo. ¿Te sientes bien contigo y con las personas más cercanas? ¿Te sientes optimista con respecto a la vida? ¿Tienes ganas de vivir el nuevo día? Si no es así, estás viviendo una vida vacía de alimento espiritual, una vida que ha perdido su enraizamiento en la respiración, el cuerpo y la tierra. Acelerar la vida no la hace mejor. Viajar por el planeta en coche y en avión no genera relaciones más íntimas. Muchos de vosotros sentís que vuestras vidas se están acelerando, pero no os dais cuenta de que sois vosotros los que llenáis el depósito de la gasolina. Supongo que os resulta más fácil creer que el planeta será destruido por terremotos e inundaciones que haceros responsables del expolio que está sufriendo por vuestra propia ansiedad, aburrimiento y descuido.


¿No veis que la Tierra simplemente os refleja de vuelta la cualidad de vuestra conciencia? Su contaminación no es otra cosa que la contaminación de vuestro corazón-mente. Cuanto más os alejáis de vosotros mismos, más abusáis de la Tierra y unos de otros. Cuanto más os olvidáis de respirar, más insano es el aire y más conflictos interpersonales surgen. Si continuáis olvidándoos de respirar, el planeta está condenado. Respira profundo durante un día y mira qué pasa. Después, inténtalo otro día. Con el tiempo, si te comprometes con esta práctica, todo lo artificial de tu vida empezará a caerse. Quizá te sorprenda todo lo que empieza a desprenderse de tu vida. Considera esto: ¿Tienes un trabajo seguro? La respuesta es no, si vas a él con una sensación de sacrificio. ¿Y qué hay de tu matrimonio? ¿Estás con tu pareja por deber o por amor? ¿Y qué hay de tus valores y creencias religiosas? ¿Son seguras? ¿O han surgido de la culpabilidad y del miedo? Si es así, no soportarán el flujo y reflujo de la respiración bajando hasta el vientre y saliendo por la boca, la nariz y la piel. ¿Quieres desintoxicarte verdaderamente? ¿Quieres ralentizarte realmente? ¿Estás dispuesto a soltar el exceso de estímulos? Buscar la paz significa que, de momento, debes soltar los falsos estímulos de tu vida. Cualquier cosa trivial o demasiado elaborada te aleja de la esencia de tu Ser. ¿Puedes vivir sin sobreestimularte? ¿Puedes ralentizarte, respirar y vivir el momento? Tal vez no sea tan difícil como crees. Como sólo puedes empezar ahora, no en el pasado o en el futuro, se trata de un reto simple. Pruébalo ahora mismo. Mantente en el presente y respira durante unos minutos. Cuanto más lo hagas, más fácil será. Esta práctica tomará fuerza, como un arroyo que desciende por la montaña llevándose consigo todo lo que bloquea su camino. Cuando te comprometes con la práctica del silencio, tu relación con la totalidad del universo cambia. Ya no hay diferencia entre dentro y fuera. La Tierra y el Cielo se encuentran allí donde tu corazón y tu mente se juntan en dicha silenciosa. 

Sólo tu miedo hace que sigas resistiéndote a la vida. Supera el miedo respirando y la resistencia se disuelve. Ahora estás fluyendo con la corriente de la vida y así ella puede apoyarte. Todos los pueblos indígenas que han vivido en el planeta saben lo que te estoy enseñando. Y en algún lugar, en lo profundo del corazón, tú también lo sabes. En una ocasión, antes de que tu ego intentara apropiarse del viaje, fuiste el paciente capitán de tu propia nave, yendo hacia tu destino intuido pero desconocido. Y ahora es lo mismo, aunque creas que debes esforzarte por tomar el mando. Respira y, con el tiempo, el río de la vida te encontrará y te adoptará. Entonces serás su portavoz y confidente; serás el que escucha y el que dice la verdad; el que sirve sin ahorrar esfuerzo y ama sin pedir nada a cambio. Harás todo esto porque el Mesías ha venido y el Mesías eres tú. Tú eres el que aprendes a respirar y te elevas por encima del dolor de los conflictos autocreados. Tú eres el esperado, querido hermano o hermana. Sólo tú. 

 Paul Ferrini, de su libro EL SILENCIO DEL CORAZÓN

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