“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
La visión aún mayoritaria en la Humanidad de un Dios “exterior” –algo
o alguien separado, distante y ajeno a nosotros mismos- ha desfigurado
lo que el amor al prójimo significa, implica y conlleva.
Cristo Jesús lo expresó muy bien en el mensaje que recoge el
Evangelio de San Marcos (12, 31). Sus palabras exactas fueron: “Amarás a
tu prójimo como a ti mismo”.
Es bastante evidente que en ellas conviven dos componentes: el “amor
al prójimo” y el “amor a uno mismo”. Y el segundo componente -el amor a
uno mismo- se plantea rotundamente como condición necesaria para ejercer
el amor al prójimo. El adverbio de modo “como” denota idea de
equivalencia y, por el orden en el que se muestran en la frase, supedita
claramente el amor al prójimo al amor a uno mismo. Por lo que si el
amor a uno mismo es pequeño o no existe, será pequeño o no existirá el
amor al prójimo: ¡en la medida en que te ames a ti mismo, amarás al
prójimo!
Siendo tan obvio este mensaje, ¿por qué se malinterpreta y se
cercena, poniendo el acento en el amor al prójimo y olvidando la premisa
que lo antecede: el amor a uno mismo? Pues porque lo de amarse a uno
mismo suena muy egoísta y egocentrista. Pero esto sucede debido a que,
bajo la influencia del Dios externo, no nos percatamos de nuestro
“verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal y no reconocemos el
Dios que es yo, tú, cada uno, todos y todo.
Endiosamiento
Este reconocimiento de nuestra divinidad es el significado profundo
de amarse a uno mismo y conlleva el “endiosamiento”: sentir, “ver” y
percibir que Dios es yo y yo soy Dios cuando ceso de identificarme en
exclusiva con mi componente físico, mental y emocional, con esa parte de
mí que tiene “fecha de caducidad y que es el “vehículo” para que la
dimensión espiritual y divinal que todos atesoramos experiencie y se
despliegue en el plano humano y en esta Dimensión.
Al hablar del amor a uno mismo y situarlo como condición
imprescindible para poder amar al prójimo, Cristo Jesús hace hincapié en
la necesidad del “endiosamiento”, ya que amarse a uno mismo supone
descubrir y percibir que Dios es yo y yo soy Dios cuando ceso de ser
“yo”, cuando dejo de identificarme con los sentidos corpóreo-mentales,
los pensamientos, las emociones, la personalidad y el ego a todo ello
asociado.
Esto representa amarse a uno mismo: identificarse con el Padre/Madre y
hacerse uno con Él; identificarse con el Dios que es yo, no con un ego
que se empeña en separarse y aislarse de Él.
Y ningún egocentrismo hay en amarse a uno mismo. Todo lo contrario,
pues se requiere mucha Humildad y mucho Amor para cesar de ser “yo” y
propiciar que la “amada” se trasforme en el “Amado”, en expresión de San
Juan de la Cruz, quien subrayó igualmente que “el más perfecto grado de
perfección a que en esta vida se puede llegar es la transformación en
Dios”. Y sólo al ocurrir esta transformación, sólo en ese punto del
proceso evolutivo en el que se toma consciencia de nuestro “verdadero
ser” y “naturaleza esencial” y divinal, el Amor que Somos se libera de
todas las capas que lo cubrían.
Amor
Lo que comúnmente llamamos amor -el amor humano en sus diferentes
expresiones- es maravilloso, pero es una emoción y un sentimiento. El
Amor es otra cosa bien distinta, pues es una vibración muy especial: la
Vibración Pura y Primigenia (VPP) que emana de la Fuente; la vibración
de lo Inmanifestado; la vibración que brota de modo natural de la
dimensión subyacente de Dios e impulsa la configuración de la dimensión
superficial, de lo Manifestado. Y esta vibración se encuentra presente y
subyacente en toda la Creación y, por supuesto, en el ser humano.
Al tomar consciencia de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza
esencial”, el Amor subyacente en nosotros queda plenamente liberado y su
vibración, la Frecuencia de Amor, brilla en nuestra vida, haciendo
realmente posible el amor al prójimo, que se despliega de manera
espontánea, sin trabajo ni esfuerzo y sin noción alguna de obligación,
deber o imposición ética o moral. Hasta el punto de que ya ni siquiera
se “ama”, pues seguiría entonces actuando un “yo” separado, sino que Somos Amor y Amor es intrínsecamente todo lo que compone y se desenvuelve en nuestro “Vivir Viviendo”:
conscientes de la “innecesariedad de hacer” y ejercitando y
compartiendo de manera natural y con entusiasmo nuestros dones y
talentos, lo que supone un hacer “no haciendo”.
En cambio, cuando se vive en un estado consciencial que concibe a
Dios como algo exterior a uno mismo, el amor al prójimo es muy a menudo
una ficción mental y, hasta por extraño o duro que parezca, una
manifestación del ego. Por esto, por el influjo de la “insoportable
levedad del ego”, tantas personas ven en el amor al prójimo una vía para
ser “buenos” o, incluso, “mejores” que los demás. O para alcanzar el
Cielo; o para merecer el juicio positivo de un Dios ilusamente separado
de nosotros y colocado mentalmente en las alturas, en la distancia.
También por ello son tantas las personas que, tras dedicar mucho
tiempo y esfuerzo a amar al prójimo, se hallan insatisfechas y se
preguntan: ¿cómo es posible que, después de todo lo que he hecho por los
demás, lo que encuentro en mi interior no sean los frutos de esa
siembra, sino una íntima y honda sensación de vacío y agotamiento?
La razón de todo esto radica en la falta de amor a uno mismo: no
percatarse de nuestro “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal,
separarse consciencialmente del Dios que es yo y concebir un Dios
externo que nos observa desde la lejanía y la fragmentación. Con el amor
a uno mismo, al ser uno con el Padre/Madre, el Amor que Somos todo lo
inunda y su Frecuencia todo lo llena.
Enamorarse de uno mismo
Enamorarse de uno mismo es Reconocer a Dios en tu Interior. Amar-se... es sentir la Gratitud inmensa de Ser.
¿Cómo Reconocerse? ¿Cómo hacer un giro de visión para Ver en el interior lo que muchos buscan fuera?
Tan sólo la calma, la
quietud y el vacío interior pueden preparar el terreno fértil para que
la Divinidad florezca y te inunde con su fresco aroma del Amor.
Aferrarse a lo viejo, tan sólo provoca dolor y sufrimiento. Lo viejo
es todo aquello que ya no encaja en tu vida, todo lo que te produce
dolor e incomodidad. Es como tratar de ponerte un zapato viejo que se te
ha quedado pequeño cada día…el cual ya no encaja en tu pie porque has
crecido…
Podrás intentar sobrevivir con esa sensación de incomodidad y presión
constante… De hecho, lo intentarás inútilmente, porque el apego a ese
objeto, trabajo, situación, persona, emoción o pensamiento te hará creer
que está vinculado a tu identidad. El pasado y el recuerdo constante de
las experiencias, el enganche emocional hace que tu falsa identidad se
identifique con ese objeto, y así tu ego poder sobrevivir. El miedo a
Soltar, a vaciarte…te impide Ver lo que realmente Eres…sin ese adhesivo
al que te has apegado.
Sólo soltando y vaciándote interiormente….tus cadenas de dolor y
esclavitud se romperán por si mismas. Deja de aferrarte a lo que ya no
te sirve, agradece su labor hasta ese momento, y pasa página. Comprende
lo que te aporta esa experiencia y por Amor a ti…por tu Felicidad y
Libertad…Suelta…quédate sin miedos sin recuerdos…sin expectativas, y
adéntrate en la amplia dimensión del Vacío, donde tienes todo el espacio
para ti…para volar libre
En ese espacio infinito donde te olvidas del pasado...de los apegos,
es donde Recuerdas lo que Realmente Eres… porque el Espíritu ha
encontrado en Ti su morada. En el vacío, te llenas de Ti mismo, y ese tú
es Dios, y Dios es en ti, como tú eres en Dios. Ya nada de lo que te
producía dolor importa, porque sabes que no es real, sabes que ese dolor
solo estaba en tu mente cegando tu visión.
Ahora Despierto…sólo el Presente se despliega ante tus ojos, tan
lleno de Vida…sólo el Presente existe! Y por fin…puedes contemplar el
bello paisaje que reluce en tu interior…Y en la calma y quietud, en el
Silencio…sentir el Amor que fluye libre por cada rincón de tu
cuerpo-mente y corazón.
Puedes recrearte en la sensación de sentir la Flor crecer en Ti. El
terreno fértil hizo posible su nacimiento en tu interior. Y
percibirás…que esa hermosa flor nacida del Amor hacia ti…comienza a
expandir un hermoso aroma… único e irrepetible… Es el aroma de tu propia
esencia, que emana hacia todas direcciones impregnando todo el espacio,
bañándote por dentro e iluminando tu interior…por dentro y por fuera…
abarcando tu alrededor y manifestándose en tu mundo.
Abriendo la puerta de la Creatividad y el Entusiasmo donde se crean
todas las cosas por si mismas…sin esfuerzo, sin intención, sin
pretensiones. Ahí descubrirás tu propio perfume único…tus dones más
preciados que trajiste contigo a este mundo para compartirlos con los
demás.
Desde la quietud interior,
el reposo y la calma. Desde el no-hacer. Por fin Serás. Y te darás
cuenta de que siempre has sido… Como un pájaro que se levanta cada
mañana y es lo que es, sin buscar nada… Así Eres… y así serás… En
Comunión con la Divinidad, con tu propia Naturaleza Esencial.
Y…. llegados a este punto, inevitablemente…. Te Enamorarás locamente
de Ti. Habiendo Reconocido y Recordado a la Divinidad en ti, que Dios y
tu sois sólo Uno. Y como consecuencia de ello…te enamorarás de todo
aquello que forma parte de la Vida…de tu herman@, del Sol y de las
nubes, del día y de la noche oscura del alma.
Y ya nada…será igual. Ni en ti…ni en tu mundo. Porque así vivirás…
Enamorado de Ti. De la Vida. Y de Todo lo que acontece en ella a cada
instante eterno. Confiando y sabiendo que todo es Amor y está ahí para
tu evolución. Abierto a la Vida como una hermosa flor en primavera. El
Amor será en ti.
Enamorarse de uno mismo es Reconocer a Dios en tu Interior. Amar-se... es sentir la Gratitud inmensa de Ser.
Autores: Diana Santos Cid & Emilio Carrillo
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