El Tema de Hoy
Diferentes estudios en torno al placebo, la hipnosis, la meditación, el pensamiento positivo, la confianza y la intención , muestran que la mentalización ejerce una influencia significativa en determinar el estado de salud de una persona. Esto funciona en ambas direcciones: personas que muestran un alto grado de fe, confianza en sí mismas (o en los placebos), que meditan, visualizan o hacen algún tipo de proyección mental, responden reiteradamente mejor a los tratamientos, se enferman menos y tienen un mayor calidad de vida. Personas sometidas al estrés, que exhiben poca confianza —interés e intención—, que pueden ser calificadas como pesimistas y que en suma no utilizan su mente como herramienta para transformar su cuerpo, por el contrario,tienden a enfermarse más y a responder con menor efectividad a todo tipo de tratamientos.
Tal vez podría parecer una simplificación de la vida y de situaciones tan complejas como pueden ser algunas enfermedades, pero de manera profunda nuestros estados mentales se convierten en nuestro estados físicos y, de alguna forma que se nos escapa en la cotidianidad, la mayoría de nuestras enfermedades son el resultado de procesos psíquicos. Aunque la ciencia occidental contemporánea no ha formulado aún una concepción totalmente integral de la salud, en la que ninguna enfermedad esté desligada de un proceso de mente-cuerpo, es probable que avance hacia allá, curiosamente una evolución que es un regreso a las premisas de la medicina y de la filosofía de culturas tradicionales (generalmente consideradas como primitivas por la ciencia moderna): un entendimiento holístico de la naturaleza.
Tal vez podría parecer una simplificación de la vida y de situaciones tan complejas como pueden ser algunas enfermedades, pero de manera profunda nuestros estados mentales se convierten en nuestro estados físicos y, de alguna forma que se nos escapa en la cotidianidad, la mayoría de nuestras enfermedades son el resultado de procesos psíquicos. Aunque la ciencia occidental contemporánea no ha formulado aún una concepción totalmente integral de la salud, en la que ninguna enfermedad esté desligada de un proceso de mente-cuerpo, es probable que avance hacia allá, curiosamente una evolución que es un regreso a las premisas de la medicina y de la filosofía de culturas tradicionales (generalmente consideradas como primitivas por la ciencia moderna): un entendimiento holístico de la naturaleza.
En este sentido, además de explorar 
diversas técnicas de mentalización para sanar, habría que reflexionar 
sobre aquellos pensamientos y patrones mentales que nos han llevado a 
enfermar, muchos de ellos se ocultarán en nuestro inconsciente y 
querremos evitar enfrentarlos, pero en el proceso de detectarlos y 
observarlos estaremos iniciando un viaje vital de autoconocimiento en el
 que cada uno de nosotros puede convertirse en su propio chamán 
—verdaderamente en el único médico que puede hacer sanar desde la raíz. 
Hasta que no hagamos consciente nuestro inconsciente, como enfatizó Carl
 Jung, estaremos predispuestos ante serie de contingencias que 
permanentemente amenazan con tomar control de nuestro cuerpo y de la 
dirección que lleva nuestra vida. (Hacer consciente lo inconsciente 
también permite que se conozca cómo funciona la mente —al ver las causas
 y los efectos de manera transparente— y de esta forma evita que 
tengamos que ser hipócritas o impostores pensando positivo buscando una 
especie de efecto mágico desconocido y llenando el mundo de sonrisas 
falsas programadas).
Cada pensamiento, cada actividad mental 
que realizas, es una semilla de lo que serás. No es necesario invocar a 
la magia para entender esto, sino a la más pura causalidad, a una 
minuciosa concatenación de eventos y situaciones mentales que van, de la
 misma forma que el ejercicio físico, moldeando nuestra anatomía 
psíquica, la cual ejerce potestad sobre nuestro cuerpo. Como suele 
decirse en el yoga: “el cuerpo no es sólido, solo la mente”. En la 
medida en la que seamos capaces, a través de la disciplina, de generar 
estados mentales suficientemente flexibles, podremos seguramente superar
 los escollos del cuerpo y de ese supuesto determinismo inexorable que 
presenta la genética.
“Yo les hablo a mis pastillas”, dice Dan
 Moerman, profesor de antropología en la Universidad de Michigan “Hey, 
muchachos, sé que están haciendo un excelente trabajo”. Tal vez esto 
pueda parecer ridículo, hablarle a tus píldoras como si fueran seres 
animados, pero todo indica que funciona. 
Hay algo que está claro: el efecto 
placebo está lejos de ser solamente imaginario. Varios padecimientos 
como el Parkinson, la osteoartritis, la esclerosis múltiple y por 
supuesto la depresión, se benefician del tratamiento con placebo. 
Estudios muestran cambios notables bajo el influjo del placebo, tales 
como la generación de analgésicos naturales, alteración en los patrones 
de excitación neuronal, disminución en la presión sanguínea y en el 
ritmo cardiaco y una mejoría en la respuesta inmunológica. Incluso hay evidencia de que algunos fármacos funcionan amplificando el efecto placebo —cuando las personas no saben que las están tomando dejan de funcionar.
Por otro lado, solamente creer en los 
efectos dañinos de una sustancia puede hacer que los padezcas, hasta el 
punto de que el efecto “nocebo” (el hermano maligno del placebo), puede 
llegar a matar a una persona (New Scientist, 13 May 2009, p 30).
El placebo es especialmente una prueba 
del poder de la mente de programar al cuerpo, ya que funciona incluso 
cuando una persona sabe que es placebo. Un estudio reciente en la 
escuela de medicina de Harvard hizo que pacientes con síndrome de 
intestino irritable tomaran una píldora inerte. Se les dijo a los 
pacientes que las pastillas estaban hechas de “una sustancia inerte, 
como pastillas de azúcar,  que han demostrado en estudios clínicos 
producir mejoras significativas en los síntomas del intestino irritable a
 través de un proceso de autosanación mente-cuerpo”, lo cual es 
totalmente verdad. Pese a saber que las pastillas eran inertes, los 
pacientes que las tomaron reportaron una mejora en sus síntomas 
significativamente superior a los pacientes que no tomaron el placebo (PLoS ONE, vol 5, e15591).
Así que ya sabes, programa tus 
pastillas, otórgales propiedades extraordinarias de sanación. Es más, 
programa tu comida. Programa tu ambiente.  Sí, el mundo es placebo, y 
eso puede ser desconcertante, pero lo cierto es que lo que significa 
esto es que el mundo puede ser exactamente como lo programes, al 
programarte a ti mismo.
Placebo inverso: un mal diagnóstico puede hacer que te enfermes cuando no tenías nada
El poder del placebo hace que la 
medicina se someta a la mente, pero esta capacidad de sugestión también 
tiene su lado oscuro. A veces llamado “nocebo” o placebo inverso, 
existen casos en los que personas desarrollan enfermedades o alguna 
degeneración física solamente por una señal de que están tomando algo 
que les hace daño —aunque esto no tenga ningún efecto fisiológico— o a 
causa de un mal diagnóstico.
Psicólogos en Holanda han documentado el
 caso de una mujer de 58 años que fue diagnosticada erróneamente con 
Alzheimer. Su condición deterioró al punto de que estaba en un estado de
 permanente confusión, desarrollando dificultades cognitivas que la 
llevaron al borde del suicidio. Aunque la mujer estaba sana, su cerebro 
empezó a exhibir  rasgos del susodicho trastorno. Más tarde la mujer 
recibió un nuevo diagnóstico en el que se reveló, con una resonancia 
magnética, que no tenía Alzheimer, y entonces pudo recuperarse.
El Dr. Herald Merkelbach, quien 
entrevistó a la paciente, asegura que esta había padecido lapsus de 
memoria como consecuencia directa del diagnóstico equivocado. Merkelbach
 cree que un mal diagnóstico equivale a implantar memorias falsas y es 
un acto capaz de provocar una serie de conductas inesperadas.
A propósito de esto Harald Merckelbach 
realizó un experimento en que alteró las respuestas de algunos 
estudiantes  en un examen de síntomas psicológicos y luego las comentó 
entre ellos mismos. El 63% no se dio cuenta de que sus respuestas habían
 sido alteradas para incrementar una serie de comportamientos 
psicológicos. Una semana después se  volvió a hacer el examen y las 
personas cuyas respuestas habían sido alteradas esta vez contestaron 
ellas mismas en concordancia con dichos cambios, como si 
inconscientemente hubieran asumido que tenían esas características 
psicológicas (como ansiedad o falta de concentración).





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