sábado, 14 de enero de 2012

El Poder Curativo de la Mente y el efecto Placebo

El Tema de Hoy 

Diferentes estudios en torno al placebo, la hipnosis, la meditación, el pensamiento positivo, la confianza y la intención , muestran que la mentalización ejerce una influencia significativa en determinar el estado de salud de una persona. Esto funciona en ambas direcciones: personas que muestran un alto grado de fe, confianza en sí mismas (o en los placebos), que meditan, visualizan o hacen algún tipo de proyección mental, responden reiteradamente mejor a los tratamientos, se enferman menos y tienen un mayor calidad de vida. Personas sometidas al estrés, que exhiben poca confianza —interés e intención—, que pueden ser calificadas como pesimistas y que en suma no utilizan su mente como herramienta para transformar su cuerpo, por el contrario,tienden a enfermarse más y a responder con menor efectividad a todo tipo de tratamientos.

Tal vez podría parecer una simplificación de la vida y de situaciones tan complejas como pueden ser algunas enfermedades, pero de manera profunda nuestros estados mentales se convierten en nuestro estados físicos y, de alguna forma que se nos escapa en la cotidianidad, la mayoría de nuestras enfermedades son el resultado de procesos psíquicos. Aunque la ciencia occidental contemporánea no ha formulado aún una concepción totalmente integral de la salud, en la que ninguna enfermedad esté desligada de un proceso de mente-cuerpo, es probable que avance hacia allá, curiosamente una evolución que es un regreso a las premisas de la medicina y de la filosofía de culturas tradicionales (generalmente consideradas como primitivas por la ciencia moderna): un entendimiento holístico de la naturaleza.
En este sentido, además de explorar diversas técnicas de mentalización para sanar, habría que reflexionar sobre aquellos pensamientos y patrones mentales que nos han llevado a enfermar, muchos de ellos se ocultarán en nuestro inconsciente y querremos evitar enfrentarlos, pero en el proceso de detectarlos y observarlos estaremos iniciando un viaje vital de autoconocimiento en el que cada uno de nosotros puede convertirse en su propio chamán —verdaderamente en el único médico que puede hacer sanar desde la raíz. Hasta que no hagamos consciente nuestro inconsciente, como enfatizó Carl Jung, estaremos predispuestos ante serie de contingencias que permanentemente amenazan con tomar control de nuestro cuerpo y de la dirección que lleva nuestra vida. (Hacer consciente lo inconsciente también permite que se conozca cómo funciona la mente —al ver las causas y los efectos de manera transparente— y de esta forma evita que tengamos que ser hipócritas o impostores pensando positivo buscando una especie de efecto mágico desconocido y llenando el mundo de sonrisas falsas programadas).
Cada pensamiento, cada actividad mental que realizas, es una semilla de lo que serás. No es necesario invocar a la magia para entender esto, sino a la más pura causalidad, a una minuciosa concatenación de eventos y situaciones mentales que van, de la misma forma que el ejercicio físico, moldeando nuestra anatomía psíquica, la cual ejerce potestad sobre nuestro cuerpo. Como suele decirse en el yoga: “el cuerpo no es sólido, solo la mente”. En la medida en la que seamos capaces, a través de la disciplina, de generar estados mentales suficientemente flexibles, podremos seguramente superar los escollos del cuerpo y de ese supuesto determinismo inexorable que presenta la genética.

 PLACEBO
“Yo les hablo a mis pastillas”, dice Dan Moerman, profesor de antropología en la Universidad de Michigan “Hey, muchachos, sé que están haciendo un excelente trabajo”. Tal vez esto pueda parecer ridículo, hablarle a tus píldoras como si fueran seres animados, pero todo indica que funciona. 
Hay algo que está claro: el efecto placebo está lejos de ser solamente imaginario. Varios padecimientos como el Parkinson, la osteoartritis, la esclerosis múltiple y por supuesto la depresión, se benefician del tratamiento con placebo. Estudios muestran cambios notables bajo el influjo del placebo, tales como la generación de analgésicos naturales, alteración en los patrones de excitación neuronal, disminución en la presión sanguínea y en el ritmo cardiaco y una mejoría en la respuesta inmunológica. Incluso hay evidencia de que algunos fármacos funcionan amplificando el efecto placebo —cuando las personas no saben que las están tomando dejan de funcionar.
Por otro lado, solamente creer en los efectos dañinos de una sustancia puede hacer que los padezcas, hasta el punto de que el efecto “nocebo” (el hermano maligno del placebo), puede llegar a matar a una persona (New Scientist, 13 May 2009, p 30).
El placebo es especialmente una prueba del poder de la mente de programar al cuerpo, ya que funciona incluso cuando una persona sabe que es placebo. Un estudio reciente en la escuela de medicina de Harvard hizo que pacientes con síndrome de intestino irritable tomaran una píldora inerte. Se les dijo a los pacientes que las pastillas estaban hechas de “una sustancia inerte, como pastillas de azúcar,  que han demostrado en estudios clínicos producir mejoras significativas en los síntomas del intestino irritable a través de un proceso de autosanación mente-cuerpo”, lo cual es totalmente verdad. Pese a saber que las pastillas eran inertes, los pacientes que las tomaron reportaron una mejora en sus síntomas significativamente superior a los pacientes que no tomaron el placebo (PLoS ONE, vol 5, e15591).
Así que ya sabes, programa tus pastillas, otórgales propiedades extraordinarias de sanación. Es más, programa tu comida. Programa tu ambiente.  Sí, el mundo es placebo, y eso puede ser desconcertante, pero lo cierto es que lo que significa esto es que el mundo puede ser exactamente como lo programes, al programarte a ti mismo.

Placebo inverso: un mal diagnóstico puede hacer que te enfermes cuando no tenías nada

El poder del placebo hace que la medicina se someta a la mente, pero esta capacidad de sugestión también tiene su lado oscuro. A veces llamado “nocebo” o placebo inverso, existen casos en los que personas desarrollan enfermedades o alguna degeneración física solamente por una señal de que están tomando algo que les hace daño —aunque esto no tenga ningún efecto fisiológico— o a causa de un mal diagnóstico.

Psicólogos en Holanda han documentado el caso de una mujer de 58 años que fue diagnosticada erróneamente con Alzheimer. Su condición deterioró al punto de que estaba en un estado de permanente confusión, desarrollando dificultades cognitivas que la llevaron al borde del suicidio. Aunque la mujer estaba sana, su cerebro empezó a exhibir  rasgos del susodicho trastorno. Más tarde la mujer recibió un nuevo diagnóstico en el que se reveló, con una resonancia magnética, que no tenía Alzheimer, y entonces pudo recuperarse.

El Dr. Herald Merkelbach, quien entrevistó a la paciente, asegura que esta había padecido lapsus de memoria como consecuencia directa del diagnóstico equivocado. Merkelbach cree que un mal diagnóstico equivale a implantar memorias falsas y es un acto capaz de provocar una serie de conductas inesperadas.

A propósito de esto Harald Merckelbach realizó un experimento en que alteró las respuestas de algunos estudiantes  en un examen de síntomas psicológicos y luego las comentó entre ellos mismos. El 63% no se dio cuenta de que sus respuestas habían sido alteradas para incrementar una serie de comportamientos psicológicos. Una semana después se  volvió a hacer el examen y las personas cuyas respuestas habían sido alteradas esta vez contestaron ellas mismas en concordancia con dichos cambios, como si inconscientemente hubieran asumido que tenían esas características psicológicas (como ansiedad o falta de concentración).

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