Todo está cambiando a gran velocidad, desde el clima a la actitud de
las personas, y por doquier hay manifestaciones de cansancio y
enfermedades depresivas. De quienes sólo desean estar aislados en su
casa a los que revientan en estallidos inusuales de violencia doméstica,
de los que se separan bruscamente de sus parejas e hijos a los que han
entrado en una espiral de dependencia ante sustancias tóxicas.
La clave es que la pérdida del campo magnético terrestre nos descoloca por todas partes. Incluso está demostrado, a pesar de que ahora venda bien eso de la lucha contra el cambio climático,
que los seres humanos tenemos poco que ver con el clima, la temperatura
y los niveles de carbón del ciclo natural que estamos atravesando, y
que en diferentes etapas de la evolución han estado cientos de veces más
altos que actualmente. Los anillos de los árboles, las capas de hielo y
el fondo de los lagos, revelan mediciones de los últimos miles y
millones de años de la evolución. Mucho antes de que los seres humanos
caminaran sobre la tierra ya existía el fenómeno del calentamiento
global, así que el uso interesado de hacer culpables a las grandes
corporaciones para que luego sean ellas las que nos salven de este
fenómeno es totalmente absurdo, y demuestra que hay otros intereses
detrás de tales afirmaciones, intereses a loi, ni las petroleras (o el
uso de combustibles derivados del petróleo) son causantes del cambio
climático, ya que aún sin seres humanos se produciría esta
manifestación.
Es imprescindible luchar contra la polución del aire, del agua y de
la tierra (insecticidas, anhídrido de carbono, abonos, compuestos
químicos tóxicos, residuos radiactivos), pero el clima va por su lado
porque está en función de ciclos planetarios y solares que no se quieren
reconocer. Estas etapas ya han sucedido antes, pero nunca con un
planeta habitado por más de seis mil millones de personas. Las grandes
empresas dicen que somos nosotros y nuestros sistemas industriales y
firman protocolos, dirigen grandes sumas de dinero a investigar medios
paliativos, pero nunca se resuelve nada. La ciencia por el contrario
afirma que somos ajenos al asunto.
Es parecido al agujero de ozono, que se cierra y se abre indiferente a
las decisiones político económicas tomadas en los sillones de las
organizaciones internacionales. Es decir que no está en nuestra mano
dominar el planeta y mucho menos destruirlo, al margen de las infamias
que cometemos contra esta maravillosa madre que nos protege. Estamos
hablando de algo que está más allá de nuestras fuerzas, que nos
trasciende como especie dominante (con permiso de los
insectos). Sin duda destruimos la flora y la fauna, envenenamos el medio
ambiente y hacemos enfermar a millones de gentes, expandimos el hambre y
las epidemias, la pobreza y las guerras, pero podemos cambiar esta
situación planetaria siempre que preguntemos a los que saben y no a los que ganan con las mentiras.
Acusar a nuestros hábitos y a las grandes corporaciones (que se
esfuerzan en ayudar, polucionando a diestra y siniestra) del cambio
climático es un buen negocio, pero se hace necesario comprender los
ciclos más globales de evolución por los que estamos atravesando, como
medio de limpieza psíquica de la mente planetaria. Las emociones y los pensamientos humanos pueden cambiar esto si son dirigidos adecuadamente,
pero nunca lo harán mientras sigamos creyendo las falacias que nos
venden las corporaciones de la oscuridad: ebola, sida, vacas locas,
drogas duras, fiebre asiática, gripe aviar, armas de destrucción masiva,
terrorismo que ellos mismos financian, control de vuelos, y un largo
etc. Desde luego la ignorancia es un problema, pero el no querer enterarnos de la verdad es uno mucho más grande.
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